Pisarás una tierra sin fronteras y llegaras a donde tus sueños te lleven



viernes, 5 de diciembre de 2014

El día que decidí ir a Egipto

La idea del viaje a Egipto comenzó hace unos años, por allá en el 2010 cuando vivía en Gandía y una noche nos encontrábamos reunidos en uno de los apartamentos para estudiantes en que vivíamos, con mis amigos. Estábamos organizando nuestra próxima aventura juntos, ya que en esa época poco importaban los días de clase, o las responsabilidades, valía la pena aprovechar cada oferta y escaparse para conocer un pedacito de mundo.
Comentábamos lo genial que sería pasar una noche en el desierto, después de cruzar con camellos hasta una de esas tiendas que muestran en las películas, ya Lezly lo había hecho y nos contaba lo maravillosa que había sido su experiencia en Marruecos. Empezamos a pensar en Egipto y aunque el viaje en ese momento de la vida no se materializo por diferentes circunstancias que nos llevaron a otros destinos, en mi cabeza quedo la idea del camello, el desierto y por supuesto, Egipto.
En el 2012 hice otro intento de organizar un viaje allí, pero el tiempo libre durante la maestría fue muy poco y la situación política allá no se encontraba lo suficientemente estable como para emprender la aventura.
Finalmente en diciembre del 2013 puse en un cartelito de “propósitos para el 2014” mi viaje a Egipto y no me lo saque de la cabeza hasta que compre el tiquete en Junio. Ya las cosas se habían calmado un poco y Egipto se materializaba como aventura. 
Entre Junio y Octubre, meses de planear y organizar mi viaje, recibí un montón de comentarios de sorpresa de la gente que me rodeaba. Mi mama y mi papa siempre me apoyaron, pero mis amigos y algunos de mis familiares estaban realmente preocupados de que yo me fuera a un país donde “había muy poca seguridad”, “los hombres me iban a perseguir por ser una mujer viajando sola o por el simple hecho de ser mujer”, “iban a intentar cambiarme por camellos”, “podía estallar una guerra en cualquier momento”, “estaba el Estado Islámico”, “me iba a dar ebola” y otras tantas barbaridades que no vale la pena mencionar. Una tarde incluso recibí un email de una de mis tías pidiéndome que por favor cancelara el viaje porque era la peor idea que se me había ocurrido y que mejor me fuera para Portugal.
Durante los años en los que gracias a la vida, a el trabajo, al esfuerzo y a la sincronía, he tenido la oportunidad de viajar, he aprendido que todo lo que desconocemos nos puede llegar a generar miedo y ante el miedo tenemos dos opciones: usarlo como motor o usarlo como freno, sin duda alguna a mí me gusta más la primera. Con el paso del tiempo incluso he perdido el miedo a muchas cosas, perdí el miedo a los aviones, a viajar sola, a perderme, a las escaleras eléctricas, a las montañas rusas; y eso lo perdí viajando. Tuve que enfrentarme a mí misma y a cosas desconocidas que al final me generaron más aprendizajes de lo que me hubieran podido generar experiencias que podía vivir si me quedaba en mí casa.
Piramides de Giza

Descubrí que muchas personas se arriesgaban a venir a Colombia, aunque oían lo que los medios decían “Colombia es un país inseguro”, “la guerrilla esta por todos lados”, “en Colombia no se puede viajar porque lo secuestran a uno”, “en Colombia la gente es narcotraficante o hace parte de grupos terroristas” y así, otras tantas afirmaciones absurdas que se escuchan afuera. Muchos de mis amigos se arriesgaron a venir a pesar de lo que oían y leían, a pesar de los prejuicios y los estereotipos que durante años los medios se han encargado de echarnos como bultos en la espalda. Ellos disfrutaron su viaje, conocieron, se desprendieron de las ideas erróneas que pudieran tener sobre este país, se empaparon de la esencia y de la realidad, y se enamoraron de este pedacito de tierra llamado Colombia. 
Lo que nos pasa a nosotros como país, como pueblo, con nuestra imagen, lo que la gente que está afuera no puede comprender porque no vive la realidad que vivimos nosotros; eso pasa en muchos lugares del mundo, en el caso particular de mi viaje, pasa con los árabes, pasa con los musulmanes, pasa con los egipcios en general. 
Por lo tanto decidí hacer caso omiso a cada una de las afirmaciones erróneas que la gente a mi alrededor hacía, decidí organizarme, investigar en páginas donde otros viajeros cuentan sus experiencias (ya habiendo visitado el lugar) y decidí arriesgarme e ir a ver con mis propios ojos Egipto. 
El 2 de noviembre, mientras esperaba en el aeropuerto de Madrid para tomar el vuelo que me llevaría al Cairo, sentí una mezcla de sentimientos un poco complicada de explicar. Por un lado sentía que finalmente y después de varios años con la idea en la cabeza, de 2 intentos de llegar a Egipto, lo iba a conseguir, iba a cumplir mi sueño. Había sido un año largo de trabajo, de muchos cambios en mi vida, de ahorro, de madrugar a las 5:25 am 5 veces a la semana, de no darse ciertos gustos, de conseguir trabajos por otros lados para ahorrar más y de organizar hasta el último detalle antes de partir. Por otro lado, esperaba con mucha ansiedad que la seguridad que siempre había tenido en mi misma y en la idea de que todos los lugares del mundo tienen algo que enseñarnos, se hiciera realidad en esta nueva empresa que comenzaba. Quería darme una lección a mí misma y solo pensaba que si este viaje funcionaba, cualquier otro iba a funcionar por loco, exótico y lejano que fuera.
No voy a contar día a día que hice, porque eso lo voy a dejar para otro momento. Quiero aprovechar que por fin pude sentarme a escribir, para contarles lo que para mí, fue Egipto y lo que mis sentidos pudieron descubrir mientras estaba allí. Seguramente otras personas que hayan ido tuvieron experiencias y visiones diferentes; eso nos pasa a todos y depende mucho de cómo cada uno vive y disfruta su viaje, es por eso que en ningún momento este escrito pretende convencer a nadie de nada, por el simple hecho de que yo no puedo garantizarle a nadie que viaje a Egipto que la va a pasar tan bien como yo la pase y que va a vivir lo que yo viví, mucho menos de que no va a sufrir algún impase, porque jamás estamos exentos de eso. Más bien, quiero aprovechar para invitarlos a que cumplan sus sueños sin importar lo que otros digan o piensen, sin importar lo lejos que sea, sin importar que pasen años intentando llegar a conseguirlos; si su corazón les dice que deben ir a un lugar o deben hacer algo, trabajen incansablemente por lograrlo, porque solo cuando cumplimos nuestros sueños y cuando vivimos el proceso de trabajar por ellos, podemos descubrir la verdadera esencia de nuestra existencia.

El Nilo en el Cairo

El Cairo, la ciudad más poblada de África, 40 millones de personas. En sus calles y edificios del centro se ve el esplendor que tuvo años atrás, en que no había tanto trafico ni tanta gente y en que la situación política y económica del país no lo habían golpeado tanto. Ahora todo se ve un poco más empolvado, hay mucha arena en las calles que llega con las corrientes de aire que atraviesan el desierto. Sin embargo, el Nilo y la vegetación le dan una magia especial a esta ciudad. El Cairo suena a bocinas, a gente conversando, a tráfico, a las llamadas del coran a orar en mezquitas, a las campanas de las iglesias Coptas; es una ciudad que nunca duerme, a cualquier hora hay gente caminando por las calles, autos, locales abiertos, carretas tiradas por caballos y burros. La gente se detiene en las aceras a conversar con los desconocidos o a preguntar alguna dirección. El cairota en general es muy amable y servicial, siempre dispuesto a ayudar.  Por las calles se puede ver a los hombres fumando narguile, jugando parqués, conversando y tomando té en cafeterías que tienen sillas y mesas sobre la acera. Algunos paran en pequeñas fruterías donde venden jugos de frutas y Asir Kasab, la bebida de caña de azúcar típica de Egipto. Las mujeres con o sin velo, con ropa suelta o muy apretada, cristianas o musulmanas, solteras o con sus hijos, recorren las calles mientras van de compras, a estudiar o al trabajo. Algunos se dirigen a bailar en los Markeb, pequeños barquitos que dan una vuelta de 10 minutos en el Nilo y donde se pone música de moda para que la gente baile durante el trayecto.  En la época en que yo fui, la temperatura solo subía al medio día, pero las mañanas eran frías y las noches muy frescas. Aunque parezca increíble y por más de que este al lado del desierto, en invierno cae nieve en El Cairo. Sin embargo, aún no había llegado el frio y el clima me trato bastante bien. 
Podría afirmar que Egipto vive del Nilo y aunque había leído y estudiado sobre eso, verlo en vivo y en directo es muy interesante. Todas las actividades económicas, culturales y hasta políticas, giran en torno al rio desde tiempos inmemoriales. Los antiguos egipcios descubrieron su valor y construyeron su civilización en torno a esta fuente hídrica; lo demás es desierto, que después del petróleo (beneficio económico para unos pocos) y algo del turismo, no genera muchos beneficios para la población egipcia.
Actividades a orillas del Nilo

El Nilo, además de ser la cuna de la civilización egipcia, gracias a la cual debemos gran parte del progreso de la humanidad hasta nuestros días, baña con sus aguas las orillas, donde se formaron pequeños oasis de tierra fértil en los cuales la población, sobre todo al sur del Cairo, en ciudades como Aswan, Efdu y Luxor, viven de los cultivos. Cultivan coco, guayaba y piña con los que hacen unos postres espectaculares; también cultivan patatas, coliflores, dátiles, higos, trigo, cebada, lino y caña de azúcar entre otros. Crían animales como cabras, vacas y cerdos con lo que complementan una alimentación deliciosa y balanceada. Cultivan flores y plantas de las cuales sacan esencias que exportan para la producción de perfumes. Por medio de hidroeléctricas el Nilo les da energía para las ciudades y pueblos de las orillas. Sirve como medio de transporte y comunicación de un extremo a otro del país.  A su alrededor se encuentran los principales templos y construcciones del antiguo Egipto, razón por la cual el Nilo se convierte en una de las principales fuentes de turismo, pues por allí pasan los cruceros que transportan a miles de turistas al año que van a visitar las maravillas de Egipto. 

Contrastes del Nilo en Aswan

Me quedo corta si trato de expresar la monumentalidad y majestuosidad de los templos y complejos arquitectónicos de los antiguos egipcios. Es impresionante imaginarse cuando uno está allí, frente a las inmensas piedras, que eso fue construido hace miles de millones de años, por seres humanos que no contaban con con la mitad de la tecnología que tenemos hoy en día, y que aun así eran tan inteligentes e ingeniosos que lograron que sus inventos y su forma de organización traspasara la barrera del tiempo y el espacio para hoy en día seguir influenciándonos y enseñandos.
Templo de Hatshepsut

Durante mi aventura, me sentía como en una de esas historias de Indiana Jones, mis ojos se llenaron de hermosos atardeceres, de los colores de la vegetación exótica y del contraste que marcaban las aguas del Nilo, el oasis y el desierto. Tuve la suerte de contar con tres espectaculares guías: Bito, Amru y Mohamed, que compartieron todo su conocimiento y su amistad conmigo, se aguantaron mis preguntas y me llevaron a recorrer las calles, cosa que no hacen con todos los turistas, pero algo en lo que yo insistí porque considero que solo así es como podemos darnos una impresión de la realidad de un lugar, conociendo la gente. En las calles pude ver cómo vive la gente, que come, que actividades realizan, como se tratan unos a otros. Vi la pobreza y la riqueza llevadas a los extremos, en un país donde la clase media está por extinguirse y en el cual los problemas políticos han llevado a que la gente tenga miedo de viajar allí, razón por la cual el turismo, una de las principales actividades económicas de la zona ha bajado mucho y ha generado algo de empobrecimiento. Descubrí los contrastes de las dos religiones predominantes en Egipto: Los Musulmanes y los Cristianos Coptos, que para mi sorpresa y durante las últimas revoluciones, se protegieron unos a otros, como muestra de tolerancia y de respeto con la que conviven a diario. En las revoluciones a la hora de la oración los cristianos hacían un círculo alrededor de los musulmanes protegiéndolos de los militares mientras ellos extendían sus tapetes y rezaban. Cuando atacaban las iglesias coptas, eran los musulmanes quienes se enfrentaban a los militares haciendo un círculo alrededor de estas construcciones para impedir que las quemaran o las destruyeran. Cuando oí esta historia, de la boca de un musulmán y de la boca de un cristiano copto, comprendí cuan equivocados están los medios acerca de muchas de las cosas que muestran sobre Egipto y cuanto tiene este pueblo que enseñarnos a nosotros en valores como el respeto y la tolerancia a las ideas y creencias del otro. Ojala pudiéramos ver esto reflejado en otras instancias de nuestra sociedad ¿no?

Mezquita de Alabastro - El Cairo

Del Ebola y el estado islámico solo puedo decir que leyendo, buscando fuentes más confiables y mirando un mapa, cualquiera hubiera podido descubrir que ninguna de las dos era un peligro inminente en mi viaje.
Y por último para terminar esta historia debo confesar que fui un bicho raro. Pocas veces se ven mujeres solas viajando a países como este. Yo tampoco veo hombres con turbantes en las calles de Bogotá con frecuencia y si los viera los miraría con mucha curiosidad, tal vez con la misma con la que miraban a mí. Debo decir que aunque yo era un bicho raro jamás me sentí irrespetada, jamás me sentí insegura, jamás me trataron mal, nadie trato de sobrepasarse conmigo y nunca sentí peligro. Andaba con camisetas de escote y manga corta, use maquillaje, tuve la cámara colgada en el cuello todo el tiempo y no me paso nada! Hay cosas con las que se debe tener cuidado cuando se viaja a Egipto igual que en cualquier lugar del mundo. No hablar con desconocidos, no dejarse embolatar por los vendedores que siempre quieren ganar más, saber cómo funciona el tema de las propinas, preguntar las condiciones de todo servicio que uno adquiera antes de tomarlo, tomar con calma y cabeza fría cualquier problema que se pueda presentar y confiar en el instinto….por lo demás, uno puede estar seguro y tranquilo!
Solo me queda por decir que inviertan en viajar, porque no hay dinero mejor invertido, que produzca más aprendizajes, más enseñanzas y más satisfacción que viajar. Solo cuando viajamos nos quitamos la venda que tenemos en los ojos y comprendemos la realidad del mundo en el que vivimos, un mundo para todos, un mundo de todos y que todos tenemos derecho a conocer!